El liderazgo femenino en Pakistán tiene rostros que desafían las expectativas, y uno de ellos es el de Muskan, una joven que decidió cambiar su destino. En un rincón de Pakistán, donde el futuro de muchas niñas parece estar marcado por la pobreza y la exclusión, ella se atrevió a cambiar el guión.
Hija de un jardinero y miembro de una minoría religiosa, su camino parecía marcado por la invisibilidad. Sin embargo, a través de la educación y el cultivo de virtudes personales, Muskan se convirtió en un ejemplo luminoso de liderazgo juvenil y transformación.
Su historia no está conectada directamente con Fundación Parentes, pero encarna con fuerza aquello que da sentido a nuestra misión: formar el carácter, despertar la conciencia de la propia dignidad y acompañar procesos que permitan a cada joven descubrir y ejercer su liderazgo desde lo que es y no desde lo que tiene.
La semilla del carácter
Muskan comenzó su educación en la escuela Jesús-María, donde su padre trabajaba con esmero en los jardines desde 2007. Asistir a ese centro fue una oportunidad, pero también un desafío: ser “la hija del jardinero” en un entorno de alumnas acomodadas ponía a prueba su autoestima cada día. Sin embargo, gracias al acompañamiento cercano de las religiosas y a un ambiente que valoraba a cada persona por su interior y no por su estatus, Muskan fue descubriendo algo más que conocimientos: descubrió que tenía dignidad, valor, y un futuro por escribir.
Esa experiencia educativa no sólo reforzó sus capacidades académicas, sino que modeló su carácter. Aprendió a perseverar, a servir, a creer en sí misma, y esas virtudes la llevaron a ser elegida capitana del colegio: la primera hija de un trabajador en alcanzar ese cargo. Cuando subió al escenario junto a su padre para recibir el reconocimiento, lo que se celebraba no era solo un logro personal, sino una declaración de que el liderazgo no nace del privilegio, sino del carácter.
Educación transformadora y liderazgo femenino
La historia de Muskan no termina ahí. Gracias a su esfuerzo y al apoyo continuado de las religiosas y de Fundación Parentes, logró completar el bachillerato, ingresar a la universidad y graduarse en Psicología, convirtiéndose en la primera universitaria de su familia. A lo largo del camino, continuó formándose como persona, colaborando en actividades de acompañamiento a otras jóvenes y descubriendo en la educación un vehículo para el servicio y la transformación social.
Aunque su historia es única, no es un caso aislado. Jóvenes como Muskan nos recuerdan por qué existe Fundación Parentes: para acompañar a miles de niños y adolescentes —en contextos muy distintos— a crecer desde dentro, desarrollando su carácter, fortaleciendo su autoestima, cultivando virtudes humanas y despertando el deseo de aportar a su comunidad.
La misión de Fundación Parentes: formar líderes con causa
Nuestro trabajo no consiste en ofrecer soluciones rápidas, sino en formar a largo plazo a quienes, como Muskan, eligen superar el determinismo de sus circunstancias y convertirse en líderes con causa.
Historias como la de Muskan nos inspiran y nos comprometen. Su experiencia encarna los frutos de una educación centrada en la persona.
Y gracias a todos los que hacen posible el trabajo de Parentes —donantes, voluntarios, colegios, familias—, muchos otros jóvenes en múltiples lugares del mundo pueden hoy recibir ese mismo tipo de formación que transforma vidas desde la raíz.
En Pakistán, como en tantos otros lugares, acompañamos a jóvenes para que descubran que su dignidad no depende de sus circunstancias, y que el liderazgo empieza en lo más pequeño: en la constancia, en la fe, en el deseo de servir.
Hoy Muskan se prepara para continuar con un Máster, y seguimos a su lado en el camino. Porque formar líderes con causa no es un eslogan: es una tarea que transforma vidas, una historia real como la de Muskan.
Gracias por hacerlo posible
Detrás de cada historia como la de Muskan hay muchas manos tendidas. Gracias a toda la comunidad Parentes, este futuro diferente se vuelve posible. Todos somos parte de esta red que forma líderes capaces de cambiar su mundo, incluso cuando ese mundo les dice que no pueden.
Porque cuando se educa el carácter, se abren caminos. Y cuando se cree en la dignidad de cada joven, todo es posible.
Historia contada por Sor María, religiosa de la escuela Jesús-María