- Algunos piensan que a los cristianos la libertad les da miedo o la desprecian, pues en su virtud hay en el mundo pecado y rechazo a las verdades y principios morales que los cristianos profesan y desearían imponer. Quienes así piensan argumentan –o intuyen- lo siguiente: los cristianos se creen en posesión de la verdad; pero como los demás somos libres, muchos rechazamos esa verdad; por tanto, los cristianos se oponen a la libertad pues por culpa de ésta no logran su propósito de convertirnos y de imponernos su moral a todos.
- Quienes así piensan ven –erróneamente- a los cristianos como gente convencida de ciertas cosas y empeñados en imponer esas verdades suyas a los demás. Esta percepción es equivocada, pues un cristiano sabe que:
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- El bien solo se puede hacer en libertad y que la fe o es un acto libre o no es tal.
- La libertad es un don de Dios al ser humano y por tanto es algo excelente.
- Un cristiano que usase la coacción para imponer sus criterios violentaría el plan de Dios para la salvación de los hombres.
- Obviamente estamos hablando de las relaciones interpersonales, familiares y sociales. Cuestión distinta –que no entra en el ámbito de análisis de esta nota- es la autoridad del Estado para imponer o incentivar determinadas conductas, coincidan o no con la moral cristiana.
- Es importante que en la forma de hablar y la conducta de los cristianos se note que para ellos la libertad es un bien moral de primera magnitud, pues de lo contrario su mensaje chocaría con una barrera de prejuicios difícil de superar.
- Hay que reconocer que algunos cristianos dan pie con sus actitudes, lenguaje e ideas a que algunos les vean como enemigos de la libertad. Aparte de tristes ejemplos que proporciona la historia de la cristiandad, es cierto que hoy hay cristianos que:
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- Sostienen que la libertad solo es verdadera cuando se usa para elegir el bien. Parecería, por tanto, que la otra, la que lleva a hacer el mal, no sería libertad verdadera sino algo malvado que lamentablemente sucede (¿por un fallo de Dios al crear?, ¿por qué algo le ha salido mal al Omnisciente y Todopoderoso?).
- Rechazan a los que hacen el mal o se cierran a la verdad como si fuesen fallos inadmisibles en el orden de la creación (¿ya no son hijos de Dios? ¿Cristo no
murió por ellos? ¿Dios no quiere que se salven?). - Niegan que las leyes que aprueban o legitiman cosas malas (aborto, eutanasia, etc.) sean leyes de verdad y niegan autoridad legítima a quienes las promueven o aprueban (este tipo de afirmaciones trasladan al marco conceptual y lenguaje actuales afirmaciones que sí eran razonables y comprensibles en el marco de la teoría escolástica de la ley como orden racional, algo que hoy casi nadie entiende; y que por ello provoca escándalo, máxime si quien dice esas cosas tampoco sabe muy bien qué está diciendo).
- Sostienen determinadas posturas políticas como si fuesen la opción cristiana exigible, dado que esas opciones proclaman que están al servicio de los criterios morales cristianos en temas como la defensa de la vida o la familia (¿Dónde queda el amor a la libertad política?, ¿sólo es legítimo el dictador cristiano que impone a todos nuestra moral, aunque sea al precio de acabar con ese gran valor cristiano que es la propia libertad?).
- Tienen una visión negativa y desesperanzada de nuestro mundo, como si el mal tuviese la última palabra y la perversa libertad humana la hubiese pronunciado (¿Dónde queda la fe en la providencia amorosa de Dios Padre, en la eficacia de la redención y en el trabajo actual del Espíritu Santo como santificador?).
- Renuncian a ejercer su libertad para proponer a la libertad de los demás el ideal moral y vital cristiano, pues en el fondo no se fían de que los demás –gracias precisamente a su libertad– puedan llegar a ser muy buenos, aunque ahora estén sumidos en el barro.
Para aclararse en esta materia y poder explicarse a los demás conviene tener algunas ideas claras:
- El carácter polisémico del término libertad.
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- “Libertad” es un término que acumula muchos significados, relacionados, pero no idénticos. A nuestros efectos hay dos significados complementarios que conviene tener claros y explicitar a la hora de hablar: el “libre albedrío” que es un dato de hecho de la naturaleza, querido por Dios y que por tanto es objetiva y ontológicamente bueno; la libertad como posibilidad para el bien que es la vocación del ser humano y que se basa en el hecho del libre albedrío. Esta “libertad para el bien” es la que permite hablar de buen o mal uso de la libertad.
- Si un cristiano dijese que solo es libertad la que opta por el bien, estaría negando el bien del libre albedrío. Debemos distinguir siempre la intrínseca bondad de la libertad como característica constitutiva del humano, por un lado; y, por otro, el uso que hacemos de esa libertad natural que puede ser para el bien o no.
- El bien moral no se puede imponer. Pues solo es bueno moralmente lo que se hace en libertad. El bien se propone, no se impone; por eso todo el que quiere trabajar por el bien debe amar la libertad (como Dios).
- Amar la libertad implica no asombrarse porque haya quien la use para el mal. Si te asombra o desespera que los que quieres usen su libertad para el mal, es que no amas su libertad (Dios no se desespera por esto, sino que lo engloba en sus planes de redención y salvación a través de una cruz).
- Si crees que el mal triunfa en el mundo es que no compartes el amor de Dios por la libertad y supones que se equivocó al hacernos libres (¡qué tontería!).
- Si crees que alguien no tiene remedio, es que no valoras suficientemente la maravilla de la libertad que permite que todos podamos decir “perdón” y volver a ser limpios y puros como un recién nacido tras su bautizo. Esta es otra de las maravillosas consecuencias de la libertad: siempre podemos ser mejores, basta con arrepentirse.
- Si crees que la libertad moral puede ser sustituida eficazmente por la coerción política o jurídica es que no has entendido nada de la visión cristiana de las cosas.
En el lenguaje y actitudes de un cristiano
- Debe notarse que ama la libertad más que nadie pues sabe que sin ella ningún bien moral es posible.
- Debe notarse que confía en la libertad sin límite; en la libertad de un Dios que desde su libertad ha decidido amarnos para que libremente seamos felices con Él; y en la libertad del hombre que, gracias a ella, siempre puede optar por lo mejor, sea cual sea su presente o su pasado.
- Debe notarse que sabe que Dios es el señor de la historia y escribe recto con renglones torcidos si es necesario, también con los renglones torcidos de nuestro mal uso de nuestra libertad, como demostró con la forma en que afrontó el triste incidente de la manzana (Chesterton dixit): no eliminando a Adán y Eva ni anulando su libertad, sino con la Encarnación.